No obstante, la especiación habrá de ser un proceso lento por necesidad, incontables generaciones y la necesaria supervivencia de ambas poblaciones, siempre separadas, hasta que la diferenciación genética abra el abismo entre los dos grupos. En la mayor parte de esta humanizada tierra, todas estas condiciones juntas se me antojan casi impensables. Acabaremos translocando ejemplares, extinguiendo al menos uno de los grupos o seremos nosotros los que cambiemos o desaparezcamos del escenario antes de que la diferenciación concluya.
Ejemplo tenemos con la cabra montesa. Dividida y fragmentada en la península desde tiempos inmemoriales -pero históricos-, creamos hasta cuatro subespecies para diferenciarlas. Manchas algo mayores, diferencia de tamaño o tamaño de las cuernas evocan el cuello de botella por el que pasaron los cuatro grupos. Finalmente acabamos con dos de los cuatro y a punto estuvimos de hacerlo con los otros dos antes de que las medidas de protección y el descenso de la presión humana –cosa que nunca se nombra, pero está ocurriendo-, llevaran a las cabras a reexpandirse.
Aquí viene lo curioso, la subespecie hispanica ha cruzado el Ebro por su propio pié y se dirige hacia las sierras prepirenaicas-lo siento, no encuentro la noticia para enlazar-, si no hay mediación humana, llegará a dominios del extinto bucardo. Si unas cabras pueden hacer hoy esta travesía, con una menor presión humana habría pocos desplazamientos en la península que no pudieran hacer pues si antes del hombre había lobos, también había muchas más cabras.
Parece que si seguimos como hasta ahora, concentrándonos en ciudades y vaciando el medio rural, muchas de las subespecies que pueblan los montes, no solo ibéricos sino de toda Europa, están condenadas a ¿desaparecer?.
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